jueves, 11 de marzo de 2010

la fundacion de universidad de chicago

La Universidad de Chicago

Fue fundada en 1891 por John D. Rockefeller y celebró sus primeras clases en octubre de 1892, un año después de Stanford. Es preciso conocer el entorno social de la época, porque es cuando nace la filantropía científica, es decir, sistemática, una tradición esencial en la cultura americana que, no sólo ha durado hasta el presente, sino que se ha fortalecido de forma continua. El origen de las universidades privadas modernas está firmemente entroncado en esta tradición.
En la época cumbre del capitalismo del laisser-faire, a finales del siglo XIX, se habían hecho unas fortunas inimaginables. Algunos de los potentados construyeron palacios de verano en Newport, Rhode Island, de un lujo extravagante (“summer cottages” les llamaron). Los Vanderbilt emplearon $11 millones de entonces ($170 millones de 1996) en construir y amueblar el suyo. En una noche memorable, el salón de baile del palacio de los Vanderbilt resplandecía con los uniformes de un histórico regimiento inglés y con las condecoraciones del cuerpo diplomático. Pero no había ningún oficial inglés ni ningún diplomático: se trataba de un grupo de actores contratados por la mujer de Vanderbilt para complacer a su marido, el cual se había vuelto loco y creía ser el Príncipe de Gales. Cuando el cuñado del zar Nicolás II visitó Newport, confesó que nunca había imaginado que tal lujo pudiera existir.[1]
Pero no todos los potentados fueron iguales. John D. Rockefeller, el más rico de todos, fue un hombre muy complejo. En la expresión de su biógrafo, Chernow, fue “una mezcla poco plausible de pecado y santidad”.[2] En sus años de capitán de empresa, como fundador de Standard Oil, fue un enemigo acérrimo del sindicalismo (actitud generalizada entre los empresarios de la época), e implacable en la lucha con sus competidores, hasta lograr que Standard Oil monopolizara la industria del petróleo. De convicciones religiosas profundas (era baptista evangélico) despreció siempre la ostentación, nunca tuvo un yate, ni caballos purasangre, ni vida de sociedad. Construyó varias mansiones, en las que disfrutaba de la vida familiar y de su afición al golf. A lo largo de su vida había hecho obras de caridad que controlaba personalmente. Pero a medida que su fortuna fue creciendo hasta convertirlo en el hombre más rico del mundo, se dio cuenta de que con las obras de caridad personales no podía conseguir nada importante. Se retiró de la dirección de Standard Oil y de sus otros negocios a los 58 años, y durante los 40 años de su retiro se dedicó de lleno a la filantropía. Creó la filantropía científica (sus palabras), es decir, la planificación y ejecución sistemática de la misma utilizando organizaciones centralizadas de control con métodos administrativos y de gestión análogos a los de una empresa.
Otro potentado contemporáneo de Rockefeller, Dale Carnegie, inmigrante escocés y fundador de United States Steel, publicó un ensayo titulado “Riqueza” que alcanzó una gran influencia, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra. Carnegie postuló que había que poner fin al capitalismo salvaje y al abismo existente entre los grandes empresarios y los trabajadores oprimidos. Para distribuir los beneficios económicos alcanzados, argumentó que los ricos deberían donar en vida la mayor parte de su dinero a causas nobles, y evitar de esta forma que las fortunas fueran malgastadas por herederos ociosos. Dejó una frase memorable: “el que muere rico muere en desgracia”. Fiel a su palabra, de los $400 millones de su fortuna, donó $350 millones a obras filantrópicas, entre las que destaca la construcción de 2.800 bibliotecas públicas en Estados Unidos, Inglaterra, Europa, Africa, y Fiji. Dejó $20 millones para una fundación para la paz, y otros $30 millones para garantizar rentas vitalicias a personas que habían estado a su servicio, amigos, etc. Rockefeller fue muy influenciado por el ejemplo de Carnegie y, cuando se inauguró la primera biblioteca Carnegie en Pittsburg en 1896, le envió su felicitación: “... puedes estar seguro de que tu ejemplo dará fruto y que en el futuro los hombres con grandes fortunas estarán dispuestos a utilizarlas para el bien del prójimo”.[3]
El lector interesado puede consultar a Chernow para informarse del lado oscuro de la vida de Rockefeller, como el monopolio de Standard Oil y su disolución por la justicia; su anti-sindicalismo feroz, causa indirecta de la masacre de Ludlow, Colorado, en 1914, cuando dos mujeres y once niños fueron asfixiados por el humo del incendio de la tienda de campaña en la que estaban escondidos, tragedia ocurrida en medio de un enfrentamiento armado durante una huelga de mineros, los cuales habían sido expulsados de las viviendas de la compañía minera controlada por Rockefeller.
Nuestro objetivo es señalar las lecciones que pueden aprenderse de la filantropía de Rockefeller en relación con la organización de las universidades e investigación españolas. La lección fundamental dada por Rockefeller es muy simple: las universidades y la investigación científica pueden organizarse y funcionar con eficacia poniendo a su frente a individuos idóneos e íntegros, sujetos a controles rigurosos de responsabilidad, pero de otro modo dejándoles una libertad absoluta de acción y de gestión. El genio de Rockefeller fue encontrar a estos individuos, con bastante éxito en la mayoría de los casos. Las actividades e instituciones filantrópicas creadas por Rockefeller han sido un motor preeminente de desarrollo en el siglo XX en todo el mundo.
El alma y el guía director de las obras filantrópicas de Rockefeller fue un pastor baptista, Frederick Gates, contratado a los 35 años para ponerse al frente de un proyecto de construcción de una universidad baptista en Chicago. Rockefeller fue un devoto baptista toda su vida. El método de Rockefeller fue actuar siempre en un segundo plano sin ningún protagonismo, confiando siempre de forma absoluta en el juicio y las recomendaciones de Gates. No es que las aceptara siempre de inmediato, lo típico era que Gates proponía algo y Rockefeller se lo pensaba durante un tiempo, a veces años, antes de abrir la bolsa; al principio, siempre de forma parsimoniosa, pero cuando la actividad proporcionaba resultados claros, el dinero de Rockefeller se liberaba a raudales. Exactamente lo mismo que debe hacer cualquier gobierno. Apoyar a las instituciones que producen resultados y eliminar a las estériles.
La historia de la fundación de la Universidad de Chicago es muy interesante por los problemas y conflictos causados por su primer presidente, William Harper. Este había obtenido su doctorado (PhD) a los 18 años, y cuando fue elegido para crear y dirigir la nueva universidad tenía 36 años y era profesor de estudios bíblicos en un seminario baptista.
La integridad y vocación de Harper para crear una gran institución que durara hasta el fin de los tiempos fueron absolutas. Los conflictos y los problemas surgieron al suponer, como así fue, que Rockefeller, una vez comenzada la empresa, no tenía mas remedio que abrir el talonario y pagar todos los gastos que surgiesen. Harper quiso construir en el tiempo más breve posible una gran universidad que compitiera con las mejores. Ignorando las advertencias de Gates, construía edificios, creaba facultades nuevas y contrataba a los mejores profesores, sin prestar atención al presupuesto, forzando a Rockefeller a cubrir los déficit al final de cada ejercicio. Esto iba exactamente en contra de los principios y filosofía de Rockefeller, el cual quería que la sociedad civil de Chicago se hiciera co-responsable de la financiación de la universidad. La política de hechos consumados de Harper no hizo posible esta opción, ya que la sociedad civil juzgó que la universidad era un proyecto favorito de Rockefeller para satisfacer a su ego. Finalmente en 1897, agotada su paciencia, Rockefeller convocó a la Junta de Gobierno de la universidad y reprobó duramente a Harper. Exigió que en adelante todos los gastos tendrían que ser sometidos a su aprobación previa. La relación padre-hijo que había existido entre Rockefeller y Harper se vio gravemente afectada. Harper siguió al frente de la universidad hasta su muerte de cáncer en 1906, 14 años después de su inauguración.
Rockefeller rindió homenaje a Harper reconociendo que, a pesar de su irresponsabilidad fiscal, en poco más de 10 años había creado una universidad del mismo calibre que Harvard o Yale. Anunció la construcción de una nueva biblioteca en el campus en su memoria, y creó un fondo de $100.000 para proveer a su viuda con una renta vitalicia.
Fue Gates quién reconoció primero la necesidad de que Rockefeller terminase toda relación con la universidad, para que ésta pudiese alcanzar la independencia total y su desarrollo pleno. En 1908 convenció primero al hijo de Rockefeller, John Jr., el cual empezó a tratar el tema con su padre, sugiriéndole una última donación de $10 millones antes de cortar las amarras para siempre. Empleó dos años en convencerlo y en 1910 Rockefeller entregó su última donación de $10 millones, elevando el importe total de sus donaciones a $35 millones, unos $540 millones de 1996. En una carta de despedida a la Junta de Gobierno escribió: “Es mucho mejor que la universidad sea soportada por las contribuciones de muchos y no por las de una sola persona ... Esta gran institución pertenece al pueblo y debe ser controlada, gobernada y financiada por el pueblo.”[4] Entre 1910 y 1932, diversas obras filantrópicas de los Rockefeller donaron $41 millones más. Pero Rockefeller había introducido el concepto de que el benefactor era el fundador, pero no el dueño ni quién ejercía el control. La no injerencia de Rockefeller fue reconocida por la Junta de Gobierno en su reunión de 1910 al declarar: “El Sr. Rockefeller nunca sugirió el nombramiento o el despido de ningún profesor. Cualesquiera que fueran las opiniones expresadas por miembros de la facultad, él nunca manifestó ni su asentimiento ni su desaprobación.”[5]

Gobierno de la universidad. Los estatutos establecen un único órgano de gobierno, la Junta de Gobierno (Board of Trustees) integrada por un máximo de 45 miembros. Esta Junta se perpetúa a si misma en el tiempo. Se reúne cuatro veces al año, y en la última reunión elige a nuevos miembros para llenar las vacantes dejadas por los miembros cuyo mandato ha expirado. El mandato de los miembros de la junta es de cinco años. Las elecciones se han organizado de tal forma que cada año se renueva aproximadamente un quinto de los miembros, para asegurar la continuidad. Se puede ser miembro de la junta por un máximo de 15 años.
La junta está presidida por el chairman, debajo del cual está el presidente de la universidad y el provost (vicepresidente ejecutivo para asuntos académicos), y otros ejecutivos. La autoridad ejecutiva de la Junta de Gobierno es ejercida por el comité ejecutivo, integrado por el chairman, el presidente de la universidad, y por otros 10 miembros, elegidos por mayoría simple por los miembros de la Junta de Gobierno. El Chairman de la Junta de Gobierno es también chairman del comité ejecutivo. Lo sorprendente del gobierno de la universidad es que, en principio, el chairman y el presidente de la universidad son elegidos para un solo año. En la nueva reunión al cabo de un año, la junta puede por supuesto reelegir de nuevo a los mismos miembros del comité ejecutivo (chairman, presidente, etc.). Esto da a la junta la posibilidad de deshacerse fulminantemente de algún miembro del comité ejecutivo por cualquier razón que estime oportuna.
El presidente tiene por otra parte las mismas responsabilidades académicas y de gestión que los de otras universidades. El chairman no es un empleado de la universidad (no cobra) mientras que el presidente, el provost, los vicepresidentes, etc., sí lo son.

Los profesores. El primer escalón de la carrera docente corresponde al puesto de assistant professor. Este es nombrado por un período de tres o cuatro años; en el último año de su contrato, su departamento tiene que proponer al decano de la facultad correspondiente su renovación como asistant professor por un segundo período de tres o cuatro años, o su no renovación. En caso de renovación, en el último año de su nuevo contrato (trascurridos seis o siete años desde su primer nombramiento), el departamento propone al decano su ascenso al puesto de associate professor, lo cual es ya un nombramiento vitalicio, o su no renovación. En todos los casos de no renovación, los profesores tienen que abandonar la universidad. Estas son las reglas de juego establecidas por la Junta de Gobierno y aceptadas por todos: no hay apelación.
Lo que está claro es el que el departamento nunca tiene el poder de nombrar a los profesores. Elevan sus propuestas al decano, el cual decide. Pero a su vez la decisión del decano tiene que ser aprobada por el provost y, por último, por el presidente.
Los nombramientos a puestos vitalicios por traslado de otras universidades, o el ascenso a la categoría máxima de full professor se rigen por el mismo procedimiento.
Esto contrasta con el sistema español en el que también hay reglas de juego, pero en el que en muchos casos no se cumplen. Se considera que cuando un profesor no titular ha estado asociado con una universidad por un período de tiempo largo, la universidad tiene una obligación moral de solucionarle de algún modo su situación laboral. Esto puede resolver problemas individuales, pero hace imposible que la universidad sea un centro de excelencia, y es el bien general de la sociedad el que sale perjudicado. La situación sería mucho más fácil si el período de permanencia de profesores no titulares se limitara por norma de forma inapelable: o asciendes a profesor titular en dicho periodo o a la calle.
En los estatutos de la universidad de Chicago se establece de forma clara y tajante que todos los profesores vitalicios están sujetos a despido por bajo rendimiento o por razones disciplinarias. Antes de que el despido tenga lugar, el profesor debe ser informado de los cargos que se le imputan y tiene el derecho de dimitir (para evitar el estigma de la expulsión en su historial), o a que su caso sea examinado por un comité de profesores. Este comité es nombrado por el presidente y debe elevarle un informe en un plazo prescrito. Si no lo hace, el presidente puede tomar la acción que estime apropiada. El presidente puede también rechazar las recomendaciones del comité, aunque en este caso está obligado a informar al mismo de sus razones.
El número total de profesores en la universidad es del orden de 2.100, y el de estudiantes de 12.500 (de licenciatura y post-graduados).
Para comparar con Harvard y con Stanford, damos los datos sobre los catedráticos en activo del departamento de física de Chicago. Este tiene 30 catedráticos, de los cuales 29 (el 97%) obtuvieron sus doctorados en otras universidades.
Los porcentajes de los catedráticos de física que obtuvieron el doctorado en la misma universidad de su cátedra son: Harvard, 39%; Stanford, 13%; Chicago, 3%. Debe notarse que no todos estos catedráticos permanecieron de forma continua en la misma universidad después de haber hecho el doctorado. El mensaje es claro: no se aprecia endogamia.

Los alumnos. El número total de estudiantes en el año académico 2000-2001 fue de 12.448, de los cuales 3.904 eran estudiantes de licenciatura (college), y 8.544 eran estudiantes de post-grado. Debemos recordar que la fuerza principal de las universidades americanas reside en los estudios de post-grado, en donde prima la investigación en las disciplinas “duras” (física, matemáticas, química, astronomía, ingeniería, etc.) o los estudios profesionales (derecho, medicina, administración de empresas, etc.). El nivel de los estudios de post-grado es el más alto del mundo, por esto la inmensa mayoría de los estudiantes extranjeros hacen estudios de post-grado. Este nivel sólo puede alcanzarse, entre otras cosas, por una característica esencial: todos los estudiantes de post-grado tienen obligatoriamente dedicación exclusiva. El tener un empleo a tiempo parcial y tratar de compaginarlo con estudios de post-grado no está permitido y, además, es imposible; simplemente esto no existe.
El coste de un año académico en el college es del orden de $34.000, algo más de 6 millones de pesetas. Esto incluye $2.000 para “gastos personales” y libros. Al vivir en el campus y no tener que pagar transporte, los gastos personales pueden reducirse casi hasta cero, si así se quiere. Como en Harvard y Stanford, la política de admisiones no tiene en cuenta la situación económica de la familia del candidato. Primero se admite al candidato si tiene méritos suficientes, y luego se le concede un paquete de ayuda económica a medida. Sin entrar en excesivos detalles, para los estudiantes de familias más modestas, el importe de la ayuda asciende hasta los $29.000, distribuidos de la forma siguiente: $23.600 a fondo perdido, $3.800 de un préstamo pagadero a 10 años, y $1.600 por trabajo. La totalidad de los estudiantes de familias modestas que son admitidos reciben ayuda económica. Si se trata de estudiantes de familias de clase media alta con más de $100.000 de renta anual, cerca del 60% reciben ayuda económica por un importe de unos $12.000, distribuidos en promedio del modo siguiente: el 69% a fondo perdido, el 19% de un préstamo, y el 13% por trabajo. Estas últimas ayudas se conceden según las circunstancias familiares, si tienen otros hijos estudiando, si tienen gastos médicos extraordinarios crónicos, etc.
El hecho claro es que asistir a una universidad privada de élite supone un esfuerzo económico considerable por parte de las familias. La alternativa es ir a una universidad pública, algunas de las cuales como la Universidad de California en sus distintos campus (Berkeley, Los Angeles, etc.) son de un nivel equiparable al de las mejores universidades privadas. Como describiremos más adelante, las públicas son mucho más baratas.
La universidad ha revelado detalles concretos sobre el proceso de admisión al college, algo que todas las universidades de élite mantienen generalmente como materia reservada. El comité de admisiones de Chicago tiene 12 miembros, presididos por el decano de admisiones; este último título expresa la importancia crucial que las universidades confieren al proceso de admisiones en el college. En otoño de 1998, Chicago recibió siete solicitudes por cada una de las 1.011 plazas disponibles. Las solicitudes deben incluir los resultados de las pruebas objetivas nacionales SAT (scholastic aptitude test, prueba de aptitud escolar), las notas obtenidas en la escuela secundaria, un impreso de solicitud extenso en el que se plantean muchas preguntas de tipo diverso, informes escritos de los profesores de la escuela secundaria y, en algunos casos, se llega a una entrevista personal con el estudiante, realizada por algún miembro del comité de admisiones. La carpeta relativa a un solicitante puede llegar a incluir 20 o 30 páginas de información. La decisión sobre la admisión de un candidato no es enteramente mecánica, basada en los puntos obtenidos en el SAT y otros datos, sino que la personalidad del aspirante puede ser debatida por los miembros del comité. El resultado del proceso es que los candidatos más idóneos son admitidos en diciembre; a los dudosos se les comunica que tienen posibilidades de ser admitidos en primavera. Las reglas de juego es que un estudiante solicita su admisión en unas cinco universidades, y puede ser admitido en dos o tres, y luego elige la que prefiere.
En 1998, el promedio de puntos obtenidos en el SAT por los solicitantes de plaza en Chicago fue de 1370 (de un máximo de 1600); como dato curioso, se sabe que el presidente Bush obtuvo 1206 puntos y Al Gore 1335.
Recientemente, el presidente de la Universidad de California ha propuesto eliminar el SAT como requisito de ingreso. Aunque nada humano es perfecto, muchos educadores consideran que es una prueba objetiva a nivel nacional (las preguntas son formuladas por profesores de secundaria elegidos en todo el país), y la experiencia general es que los que obtienen buenos resultados en el SAT tendrán luego éxito en sus estudios universitarios. Desde que los SAT fueron introducidos en los años 60, han sido un mecanismo muy útil para fomentar el mérito como criterio de admisión, por encima de la situación económica de la familia del estudiante.
Es de interés señalar que los estudiantes blancos y asiáticos obtienen sistemáticamente mejores notas en el SAT que los estudiantes negros o hispanos. La palabra hispano (hispanic) se usa con el mismo significado que en Estados Unidos: un término mitad étnico y mitad cultural (más que racial) que incluye a mejicanos, puertorriqueños, colombianos, etc. Se recuerda que individuos de estos grupos nacionales pueden variar desde rubios de ojos azules de origen europeo, hasta mestizos, negros o indios.
La ayuda financiera para los estudiantes de post-grado es harina de otro costal. La universidad no tiene el capital para conceder ayuda financiera a todos los estudiantes admitidos. Nos centramos en el área de ciencias físicas y biológicas. Si el estudiante obtiene una beca externa a la universidad, esto le resuelve la situación. En caso contrario, un estudiante extranjero o americano tiene que pagarse el primer año de los estudios de post-grado. Después del primer año, se consigue una beca que cubre la totalidad de los costes. Estas becas las conceden directamente los profesores del departamento y requieren un trabajo de 6 a 10 horas por semana como ayudantes en clases o laboratorios de licenciatura. Para obtener estas becas, es condición necesaria y suficiente haber obtenido buenas notas en el primer curso, lo cual es casi una certeza porque, en primer lugar, el estudiante ha sido seleccionado por la universidad y, en segundo lugar, éste no paga 6 millones por un año académico para hacer turismo.

El capital de Chicago. El capital de la universidad asciende a $3,8 mil millones, unos mil millones menos que el de Stanford y muy inferior al de Harvard (unos $19 mil millones).
El capital se nutre explícitamente de donaciones destinadas al mismo. El capital se invierte, parte en acciones y parte en bonos; los responsables de las inversiones tienen la obligación de conservar o aumentar el capital, utilizando sólo una parte de su renta, de forma que sea un recurso permanente. Las campañas de recaudación de fondos son de dos tipos distintos: las que solicitan dinero para gastos operativos, como ayuda financiera a los estudiantes, proyectos de investigación, etc., o las que piden dinero destinado a aumentar el capital de la universidad.

Ingresos y gastos. El presupuesto regular de la universidad ascendía a $880 millones en el curso académico 2000-2001, en el que el total de estudiantes asciende a 12.500. Este presupuesto no incluye los fondos destinados a la investigación, los cuales se elevaban a $258 millones. Los fondos para la investigación, como en las otras universidades privadas, nunca están asegurados. Deben ser recaudados por los responsables académicos, desde los decanos de las facultades hasta los jefes de departamento y profesores individuales.
Estos fondos se solicitan y se recaudan tanto del gobierno como de la industria privada, y de los ex-alumnos, en campañas que no cesan nunca.
Algunos de los investigadores que ganaron el premio Nóbel por trabajos realizados en la Universidad de Chicago desde su fundación son los siguientes:

Albert A. Michelson (Física 1907) por el diseño y construcción del interferómetro, un instrumento óptico de precisión, con aplicaciones en espectroscopia y con el cual pudo medir con gran exactitud varias constantes físicas importantes.

Willard Libby (Química 1960) por el descubrimiento del método del carbono 14 para la determinación de la edad de objetos arqueológicos, de minerales en geología, y que se usa también en otras aplicaciones científicas.

Charles Huggins (Medicina 1966) por sus descubrimientos relativos al tratamiento hormonal del cáncer.

Subramanyan Chandrasekhar (Física 1983). Otro de los físicos distinguidos del siglo XX. Su premio Nóbel le fue concedido por sus estudios teóricos sobre la estructura y evolución de las estrellas. Formuló la hipótesis de los agujeros negros en los años 30, y en los 40 hizo contribuciones esenciales a la teoría de la transmisión de la luz en atmósferas planetarias y estelares.

La investigación en economía en Chicago merece mención aparte, puesto que es quizás la universidad más prominente en esta disciplina. Los premios Nóbel son numerosos y sólo mencionamos algunos:

Milton Friedman (1976), líder de la llamada escuela de Chicago. Ganó el premio Nóbel por su trabajo sobre la historia y teoría monetarista, y por su demostración de la complejidad de la política de estabilización.

Theodore Schultz (1979) por sus investigaciones sobre el desarrollo económico con énfasis especial en los países en vías de desarrollo.

George Stigler (1982) por sus estudios sobre estructuras industriales, mercados y las causas y los efectos de la regulación pública.

Gary Becker (1992) por sus análisis microeconómicos y sus repercusiones en una amplia gama de comportamientos e interacciones humanas.

James Heckman (2000) por su teoría y métodos de análisis de muestras selectivas.

Folklore. En la sección introductoria anterior se ha descrito la historia de la fundación de la universidad por Rockefeller. Aquí sólo daremos algunos detalles sobre la génesis de la excelencia de la institución, eligiendo el departamento de física como ejemplo. William Harper, el investigador bíblico elegido por Rockefeller como primer presidente de la universidad, inició su creación seleccionando a los mejores profesores de la época.
En 1893, en el segundo año de la universidad, Harper contrató a Michelson, el científico americano más prominente de la época, para organizar el departamento de física. Michelson a su vez contrató a Robert Millikan y Arthur Compton. Los tres ganarían más tarde el premio Nóbel. Millikan es famoso por su experimento con gotas de aceite en una cámara de niebla en el que midió con gran exactitud la carga del electrón. Compton descubrió la naturaleza cuántica de la dispersión de los rayos X y se dedicó posteriormente al estudio de los rayos cósmicos.
El departamento tuvo un tamaño reducido hasta el comienzo de la segunda guerra mundial, manteniendo el énfasis en el trabajo experimental iniciado por sus profesores pioneros. La física teórica creció en importancia durante la guerra y el departamento atrajo a varios teóricos entre los que se encontraban Robert Millikan, Maria Goeppert-Mayer y S. Chandrasekhar, todos los cuales ganaron el premio Nóbel. Se llega ya a la época dorada de Enrico Fermi el cual, en 1946 al terminar la guerra, se incorpora como profesor de física. Fermi ocupa un papel único en la historia de la física (el último físico universal) por sus contribuciones tanto teóricas como experimentales. Varios premios Nóbel posteriores, tanto en física teórica como experimental, se deben directamente a la influencia de Fermi: Tsung-Dao Lee y Cheng Ning Yang, Owen Chamberlain, Maria Goeppert-Mayer y Murray Gell-Man.
Fermi murió a los 53 años en 1954 de cáncer de estómago. Como anécdota de interés, antes de su temprana muerte había mostrado su inquietud por la poca cuantía monetaria de su futura pensión. Un país agradecido le colmó de premios y honores, en vida y después de muerto. Recibió la Medalla del Mérito del Congreso y fue el primer recipiente del premio Enrico Fermi del Departamento de Energía (dotado con $50.000) por sus contribuciones en el proyecto Manhattan. La universidad cambió el nombre del Instituto de Estudios Nucleares a Instituto Enrico Fermi, y el gran Laboratorio Nacional de Aceleradores se rebautizó como Laboratorio Nacional de Aceleradores Fermi (Fermilab).
El primer director del Fermilab (1967-1978), Robert R. Wilson, dedicó el laboratorio a la excelencia científica, belleza estética, gestión del medio ambiente y a la igualdad de oportunidades. El laboratorio ocupa una extensión de 28 km2 y está situado a una hora de Chicago. Eran originalmente terrenos agrícolas y Wilson decidió establecer una manada de bisontes (asociados en la imaginería popular con la frontera del Oeste), como símbolo de la presencia del laboratorio en las fronteras de la física de alta energía. La manada sigue allí y Wilson está enterrado en el Cementerio de Pioneros, situado en los terrenos del laboratorio, que data de 1839.
¿Cuál es el interés de todo esto en el contexto español? Muy claro. Las instituciones de excelencia se crean poniendo a individuos idóneos al frente de las mismas, y luego dándoles un poder y autonomía totales para desarrollarlas y gestionarlas, sujetos por supuesto a criterios estrictos de responsabilidad en el logro de sus objetivos propios y no a criterios políticos. Si los líderes así elegidos no dan la talla, se cambian y se nombran otros. El proceso de selección del personal en las universidades e instituciones científicas, por definición, no es democrático sino meritocrático. A Michelson, Millikan, Compton, Fermi, etc., no se les elige por métodos democráticos ni por concurso ni por oposiciones: simplemente la comunidad científica sabe quiénes son los mejores de entre ellos en las distintas áreas, y se les ofrece el puesto. Y los políticos con el poder pueden asesorarse y averiguar quiénes son estos individuos y nombrarlos, es su trabajo. Lo que no funciona es el método español (napoleónico y centralizado) de que un equipo ministerial cree unos reglamentos burocráticos y arcanos con los que todas las universidades por igual tienen que elegir a los rectores y seleccionar a los profesores. Es cada universidad, de forma totalmente autónoma, la que tiene que elaborar sus propios estatutos y procedimientos. Si no funciona, se le aplica el tercer grado, es decir, se le reduce o elimina el presupuesto. ¿Qué reglamento general habría contemplado una manada de bisontes en un laboratorio de física de alta energía?
En particular, para crear una nueva institución, no se puede partir de estatutos ni de reglamentos, sino de objetivos claros y de individuos idóneos de carne y hueso. Esta es la lección de la historia: un ejemplo es la selección de J. Robert Oppenheimer por el Presidente Roosevelt como director-fundador del Laboratorio de Los Alamos para construir la bomba atómica, con poder absoluto para seleccionar al personal;[6] otro es la elección de William Harper por Rockefeller para crear la Universidad de Chicago, con el mismo poder absoluto para nombrar a los profesores.
Citamos ahora algunos ex-alumnos notables de Chicago:

Edwin Hubble, SB 1910, PhD 1917, cosmólogo y teórico del bing-bang; el telescopio en órbita ha sido nombrado en su honor.

Paul Samuelson, AB 1935, premio Nóbel de economía.

Luis Alvarez, SB ’32, SM ’34, PhD ’36, premio Nóbel de Física por sus descubrimientos sobre partículas elementales utilizando la cámara de burbujas de hidrógeno. Experimentalista polifacético, trabajó en MIT en un proyecto de radar a principios de la guerra; luego, transferido a Los Alamos, diseñó los detonadores de las bombas de plutonio. Mas tarde inventó y patentó un sistema automático de aterrizaje controlado por radar. Al final de su vida, se quejaba de no haber sido compensado económicamente por sus descubrimientos y dedicó parte de su tiempo a tratar de desarrollar con fines de lucro un trazador nuclear adecuado para detectar explosivos en equipajes.

David Rockefeller, PhD 1940, antiguo Presidente del Chase Manhattan Bank, nieto preferido del fundador.

Carl Sagan, SB ’54, SM ’55, PhD ’60, astrónomo, autor divulgador y creador del laboratorio de estudios planetarios de la Universidad de Cornell.

James Watson, SB 1947, premio Nóbel de Medicina, co-descubridor de la estructura de doble hélice del ADN.

Algunos de los profesores notables ya han sido citados anteriormente. Aquí damos algunos detalles complementarios de interés humano:

Enrico Fermi (premio Nóbel de Física 1938). Uno de los físicos mas famosos del siglo XX, ganó el premio Nóbel por el descubrimiento de nuevos elementos radiactivos producidos por la irradiación con neutrones lentos de diversos elementos, tanto ligeros como pesados. Nacido y formado en Italia, este trabajo lo realizó en la universidad de Roma en la mitad de los años 30, en donde era catedrático de Física Teórica. Aprovechó la ocasión de ir a Estocolmo para recibir el Nóbel, para emigrar a Estados Unidos junto con su familia, una decisión deliberada y motivada por su oposición al fascismo de Mussolini. Con justicia, Chicago considera a Fermi una de sus figuras más ilustres, porque el dos de diciembre de 1942 logró la primera reacción de fisión nuclear en cadena de la historia, la cual abrió el camino a la construcción de la bomba atómica. Este hito tuvo lugar en una cancha cubierta de squash situada debajo de los graderíos del estadio de la universidad, en donde se había ensamblado la primera “pila atómica” de uranio y grafito de acuerdo con las especificaciones de Fermi.

Subramanyan Chandrasekhar (premio Nóbel de Física 1983). Físico indio nacido en 1910 en la India Británica. Obtuvo su licenciatura en física en 1930 en el Presidency College de Madrás. Consiguió una beca de la Universidad de Cambridge, en donde obtuvo su PhD en 1933. Fue nombrado fellow del Trinity College de Cambridge para el período 1933-1937. Como resultado de una breve estancia en Harvard, en enero de 1937 le fue ofrecido un puesto en la universidad de Chicago, en donde permaneció el resto de su vida. Su premio Nóbel le fue concedido por sus estudios teóricos sobre la estructura y evolución de las estrellas.

Milton Friedman (premio Nóbel de economía 1976). Fundador de la escuela monetarista de Chicago, ultraliberal y partidario extremo del libre mercado, representa la antítesis de Keynes. La rivalidad académica con los seguidores de Keynes ha sido una constante de su vida. Un seguidor famoso de Keynes, el profesor Galbraith de Harvard, se refiere a Friedman siempre con sorna: en una ocasión afirmó que, según Friedman, los servicios municipales de recogida de basuras constituyen un atentado inaceptable contra la libertad individual (deberían ser privados). Cuando Nehru estaba diseñando su segundo plan quinquenal de desarrollo, pidió ayuda a Eisenhower; éste le ofreció los servicios de Friedman, y Galbraith comentó: “pedir a Friedman que asesore en la planificación económica es como pedir al Santo Padre que asesore en el funcionamiento de una clínica de control de la natalidad.”[7] Más seriamente, en su libro A Monetary History of the United States, 1867-1960, un clásico publicado en 1963 (con Anna Schwartz como co-autora),[8] Friedman y Schwartz fueron los primeros en postular que la causa principal de la Gran Depresión de los años 30 fue la política de altos tipos de interés seguida por el Banco de Reserva Federal (Federal Reserve Bank, conocido en España coloquialmente como la Fed). Este subió los tipos en 1928, un año antes del crash de la bolsa de 1929; pero lo peor fue que no los bajó durante casi cuatro años después del crash. La razón de esta política monetarista era mantener el patrón de oro, es decir, el tipo fijo de cambio del dólar con respecto al oro, política seguida entonces por las naciones más ricas. Aunque esta hipótesis fue discutida durante mucho tiempo, en la actualidad es aceptada por la mayoría de los economistas.

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